Encantado por el paisaje, como si el mismo mago Merlín fuese pedaleando a nuestro lado y embrujándonos a la vez, así descubrí las Lagunas de Ruidera de manos del amigo Fran, nuestro mago particular. Fran describe magistralmente la ruta que hoy seguiremos en su blog de Rutas por Alcazar, referente para todos los bikers. Yo me limitaré a transmitir lo mejor que pueda las intensas sensaciones vividas .
Los compañeros ciclistas reunidos en esta ocasión ,Anuska, Marcus, Dalopo, JFdelafuente, Ruteriño, Dabike, Paco, Victor, Alfonso, nuestro guía Fran y un servidor; partimos en grupo de una posada junto al casco urbano de Ruidera. Comienza la diversión, la laguna se comió los caminos, pasamos por ellos pedaleando en el agua, la ruedas salpican al pasar mientras seguimos dando pedales en el vacío, sin ver por donde pisamos. La rica tierra manchega, roja y recia, es un firme estupendo para rodar pues no se pega a las ruedas. Subimos entre enebros y encinas, nos asaltan olores a humedal, tomillo y romero, respirar es un placer; mis compañeros suben en animada charla mientras yo aguanto como puedo para mantener el resuello, un repecho fuerte y nos encaramamos a una cima entre dos lagunas desde donde las vistas nos obligan a una para fotográfica de las muchas que haremos hoy.
Fran nos ilustra de los detalles del camino y la comarca, de los usos y costumbres de sus primeros pobladores allá por el 1600 a.c. en lo que se conoce como la Cultura del Bronce de la Mancha. Restos de cerámica, molinos de mano, en lo que fuera un asentamiento en altura, dominando la zona. Todo acompaña, el sol tímido aparece y desaparece mientras continuamos la marcha, bajando por divertidos senderos trialeros que ponen la guinda después de un ascenso y parada fotográfica.
El agua nos sorprende y acompaña en cualquier momento, cuando no es una cascada descontrolada es un conjunto de lagunas, o una sima fruto de la erosión como la “Cueva de Montesinos” donde sufriera encantamiento el hidalgo más famoso de la Mancha… o todo a la vez. dando su impronta a la ruta.
No quiero pasar por alto un tema, manido y utilizado por los pseudo políticos actuales. Para proteger y preservar la naturaleza hay que conocerla, cuando la conoces aprendes a quererla y respetarla. Como bien dice el eslogan de «Rutas por Alcazar : No se puede amar lo que no se conoce, no se puede defender lo que no se ama.». Hoy se hace más patente que nunca esta frase, da coraje contemplar como las construcciones y carreteras se meten muy dentro del parque natural, como se le ponen límites antinaturales que la misma naturaleza se encarga de reclamar. Espero que esta ingente cantidad de agua se transforme en vida, quizá es lo único que eché en falta, pues solo unas pocas aves y algún conejo despistado nos salió al paso.
Al final de la tarde, ya cansados por el esfuerzo físico, por la dureza de los distintos tipos de terreno que hemos tenido que sortear, por la apabullante naturaleza, nos sentamos relajados y tranquilos frente a unas jarras de cerveza y unos platos de ricas viandas mientras comentamos las incidencias de la jornada. No hay manera mejor de terminar una jornada de ciclismo y montaña, ¿o quizás sí?:
“…y con Guadiana vuestro escudero, y con la dueña Ruidera, y sus siete hijas y dos sobrinas y con muchos de vuestros conocidos y amigos nos tiene aquí encantados el sabio Merlín a muchos años; y aunque pasan de quinientos no se ha muerto ninguno de nosotros, solamente falta Ruidera y sus hijas, y sobrinas, las cuales lloran, por compasión que debió tener Merlin de ellas, las convirtió en otras tantas lagunas, que ahora en el mundo de los vivos y en la provincia de La Mancha las llaman Las lagunas de Ruidera. Las siete son de los Reyes de España, y las dos sobrinas de la orden de los caballeros &. Guadina vuestro escudero, plañendo asimismo sus desgracias, fue convertido en un río. Llamado del mismo nombre, él cual cuando llego a la superficie de la tierra y vio el sol del otro cielo, fue tanto el pesar que sintió de ver que os dejaba, que se sumergió en las entrañas de la tierra; pero como no es posible dejar de acudir a su natural corriente, de cuando en cuando sale y se muestra donde el sol y las gentes le vean: vanle administrando de agua las referidas lagunas…» Quijote de Cervantes, Capítulo XXIII, parte II